Thursday, November 03, 2005

Al cineasta que criticó el islam

Theo Van Gogh fue asesinado hoy hace un año en Amsterdam por su convicción de que la palabra libre es uno de los más grandes bienes.

Ayaan Hirsi Ali, La Vanguardia, 02/11/2005.


Querido Theo: Te mataron una fría mañana de noviembre. Una semana más tarde te incineraron y yo no estaba allí. Me hubiera gustado mucho haber podido estar presente. Quería hablarte. Te quería decir que habías sido un temerario. Que con tus planteamientos heriste y agraviaste a personas. Que recababas placer desafiando a tus seres queridos y ofendiendo a tus enemigos. Conocías las consecuencias: las redacciones rechazaban a menudo tus trabajos, la gente te ha insultado a su vez e incluso un individuo te llevó a juicio. Pero una cosa era segura: antes de la llegada del islam a Holanda era impensable que alguien en este país te hubiera matado por tus palabras.

Aquel noviembre me hubiera gustado decirles a los presentes que tú intuías muy bien la amenaza del islam.

No tanto para ti mismo como para Holanda. Te has resistido con todas tus fuerzas al férreo círculo de la corrección política que se ha tejido en Holanda. En verdad temías que aquel enfoque pusilánime precisamente impulsara la violencia. Y de manera cruel, tenías razón.

Hubiera querido decir que tu película Sumisión no había surgido del afán provocador, aunque ese deseo te acompañara también con cierta frecuencia. En este caso tus motivaciones eran diferentes. Hiciste la película para visibilizar el sufrimiento de las mujeres musulmanas. Y has puesto tu talento de director al servicio de esas mujeres. Tus seres queridos te mostraron los posibles riesgos. Pero mantuviste un punto fundamental. Y ése era tu convencimiento de que la libertad de expresión es uno de los más grandes bienes. Dijiste: “Mejor asesinado que asfixiado por la mordaza”. Quién hubiera pensado que por ello acabarías encontrando la muerte de verdad.

Esta tarde, un año después de tu muerte, estoy presente pero no voy a hablar. Mi presencia en tu conmemoración ya es bastante inquietante para las relaciones entre musulmanes y no musulmanes. Quién sabe lo que mis palabras podrían llegar a provocar.

El año pasado se comentó mucho acerca de ti y de tu asesinato. Ha sido noticia mundial. Las reacciones en los medios de comunicación no diferían gran cosa de las que generaron los atentados del 11-S en Nueva York y Washington. Muchos condenaban tu muerte en sí, como los atentados de entonces, sin embargo añadían tras la frase de repulsa un pero y mostraban a renglón seguido comprensión hacia las motivaciones de tu asesino.

1. En primer lugar, la psicología de pacotilla. Se dijo de su madre que había muerto y que eso lo había desquiciado. Como si fuera aceptable acudir a tales métodos para procesar la pérdida de su madre.

2. Luego, el complejo de pobreza. Según aquellos que la padecen, tu asesino es un muchacho pobre, sin perspectivas de futuro. Es lógico, pues, que haya caído en las garras de los yihadistas.

3. A continuación la tesis de “si hubiera...”. Si Van Gogh hubiera prestado más atención a sus propias palabras estaría vivo.

4. Curiosamente arraigó con fuerza la idea de que tu asesino era un individuo perturbado y que nada tenía que ver con el islam. Pertenece a un grupo capitalino formado por unos 50 o 100 varones jóvenes que eran objeto de vigilancia permanente.

En la opinión pública, sobre todo entre políticos y mandatarios, ha surgido una dificultad. Los hay que sostienen que la acción de Mohamed Bouyeri está intrínsicamente vinculada al islam, y que las relaciones entre musulmanes y no musulmanes sólo podrán mejorar cuando en el islam tenga lugar una reforma. Y hay asimismo quien persevera en la idea de que el islam es una religión pacifista aprisionada por algunos extremistas.

El último día de su procesamiento, tu asesino añadió una carga extra a esta discusión. Como es habitual en nuestro sistema judicial el acusado tiene la última palabra. Se dirigió a tu querida madre y le dijo: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Y además: “Le diré con toda sinceridad que no solidarizo con su sufrimiento. No siento su dolor. No sé lo que significa perder un hijo. En gran medida, porque no soy mujer. Pero también porque no siento compasión. Porque pienso que es usted una infiel”. Y además: “He actuado movido por la fe”. Y además: “Y le puedo asegurar que si saliera en libertad volvería a hacer lo mismo... exactamente lo mismo. Porque la misma ley que me impulsa a cortar la cabeza a cualquiera que injurie a Alá o a su profeta es la que me obliga a no arraigarme en este país. O, en todo caso, no en un país donde la palabra libre, como la ha descrito el fiscal, se proclama públicamente”.

Con esas frases terribles, Theo querido, dejó en ridículo tu asesino a todos cuantos pensaban que tu muerte nada tenía que ver con la religión islámica. Como contraste entre tu convicción de que la palabra libre es uno de los bienes altísimos y su convicción de que la labor sagrada de Alá y la de su profeta están siempre en primer lugar. Civilización frente a barbarie. Modernidad frente a premodernidad. Ciudadanía frente a tribus. Pensamiento crítico frente a absolutismo. El individuo libre frente a la tiranía colectiva.

Comparto con tu familia una tristeza honda porque tú ya no estás. Estoy triste porque un año más tarde compruebo que la misión sagrada de Alá y de su profeta cada vez recluta más soldados. La semana pasada, sin ir más lejos, el presidente de Irán aireó a los cuatro vientos su voluntad de proseguir con el programa nuclear y eliminar del mapa a Israel.

Ya lo ves, se sigue comparando tu convicción con la de tu asesino. La lucha entre la civilización y la barbarie. Tu asesino representa la barbarie. Y tus queridos padres son el ejemplo vivo de la civilización que sufre la amenaza de esa barbarie.

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